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Vallecito, un desierto de Paz 🕊️

El 30 de septiembre pisamos por fin San Juan.


Hacia 4 meses exactos que habĂ­amos llegado a Mendoza y desde ahĂ­, no nos movimos mĂĄs.


Estaba bastante ansiosa de saber que habĂ­amos cruzado esa lĂ­nea divisoria entre una provincia y la otra.

Una parte de mĂ­, sentĂ­a que solo asĂ­, iba a saber que nuestro viaje rumbo al norte realmente habĂ­a comenzado.

No parecĂ­a tanta distancia entre una capital y la otra, pero la diferencia de temperatura fue tan evidente que sentĂ­ que me tumbĂł.

Hace demasiado calor en esta ciudad.

QuizĂĄs eso es lo que nos vuelve a vos y a mĂ­, las dos personas mĂĄs insoportables del planeta en estos momentos.


No tenemos hotel, asĂ­ que la bĂşsqueda telefĂłnica, sumada a la falta disponibilidad porque no sĂŠ quĂŠ chotada de evento, me hace sentir que la capital sanjuanina no nos recibe con la mejor de las ondas, o, que vos y yo, dos virginianos, jugando a improvisar, somos malĂ­simamente malos.


Llegamos a un hotel cuyo nombre de santo no puedo recordar ahora.

Debe ser San Francisco y sino es San Ignacio, no lo sĂŠ, pero alguno de los dos, nos salvĂł a pleno punto del colapso.

La comida, el aire acondicionado y la promesa de una piscina a la que no llegamos nunca, parece que nos reaviva un poco el alma.

Traes un par de folletos que te dio el hombre de la recepciĂłn, que te juro no entiendo, cĂłmo puede estar con esa camisa manga larga blanca impoluta, con los 40 grados, que hacen en este lugar bajo la sombra.

- “Mira, por acá cerca queda el Santuario de la Difunta Correa” me decís.
- "ÂżLa Difunta Correa? ÂżPosta? Mi abuela es re devota. No sabĂ­a que quedaba por acĂĄ"

Decidimos que vamos a ir.

No sabemos mucho de la Difunta, pero ya que estamos por aca, ÂżPor quĂŠ no?

Los prĂłximos dĂ­as decidimos acercarnos lo mĂĄs posible a los diques, para contrarrestar un poco, esta sensaciĂłn de agobio que nos genera el calor y al menos ver si podemos meter los pies en el agua.

Ahora entiendo porque amamos tanto el sur.



Luego de dos o tres dĂ­as, arrancamos camino para Vallecito, donde se encuentra el santuario.

Decidimos que vamos a quedarnos en el Ăşnico hotel que figura en dicho lugar, segĂşn internet. Creo que es la primera vez que sabemos a que hotel vamos a ir, en lo que comenzĂł nuestro viaje, pero no tenemos ni la mĂĄs mĂ­nima idea de que vamos a ver y hacer especĂ­ficamente allĂĄ.

Previo a llegar, decido que tenemos que desasnarnos un poco y saber bien cuĂĄl es la historia de la Difunta Correa y hacia donde estamos yendo.

Googleo y decido entrar al link del que para mi es el articulo con el mejor titulo de todos, para saber de ella.



https://tn.com.ar/general/2022/08/21/la-difunta-correa-el-mito-popular-argentino-que-ilustra-el-amor-infinito-de-las-madres/?outputType=amp


Me quedo perpleja.

“No sabía todo eso”, te digo.

Me parece hermosamente milagrosa y a la vez tristĂ­sima su historia.


Mientras charlamos, miro todo a mi alrededor.

Acabo de reaccionar de que estamos en un desierto literal.

La vegetaciĂłn es rastrera.

El suelo ĂĄrido y seco.

Ni una gota de agua en kilĂłmetros.


Media hora mĂĄs tarde, pienso que debemos estar llegando.

Su nombre se empieza a leer mas seguido y por doquier.

Atravesamos una ruta, con casitas de barro y techos de chapa a los costados.

De mi lado, ves a ese nene, sentado con su mesita bajo el rayo del sol a esa hora del mediodĂ­a y no te aguantas. Frenas el auto. Miras que no venga nadie y das esa bendita vuelta en U que a diario te repito que esta mal.


El pan con chicharrĂłn que vende tiene una pinta impresionante, por lo que decidĂ­s comprarle dos. El nene se pone contento por sus ventas y como si no te alcanzara con eso, buscas ese polar negro abrigado que vos y yo sabemos y se lo das a ĂŠl.

Con toda la felicidad del mundo, no aguanta la emociĂłn y se lo prueba, hasta ignorando la temperatura del ambiente, la estaciĂłn del aĂąo en la que estamos y el maldito calentamiento global.

SubĂ­s al auto. Seguimos viaje. No me decĂ­s nada, pero noto la alegrĂ­a y emociĂłn que te generan este tipo de cosas.

A mĂ­ lo que me alegra y me emociona, es estar con un flaco como vos.



Acabamos de llegar al hotel.

Me parece una belleza.

Un lugar asĂ­, en pleno desierto sanjuanino, ÂżCĂłmo no nos Ă­bamos a quedar?

Subimos unas escaleras.

A los costados, vasijas de barro inmensas con cactus, suculentas y muchas flores,

Una terraza con vista panorĂĄmica al santuario y la calle principal, donde estĂĄn todos los puestos, vendiendo lo que te imagines.


Guardo todavĂ­a en mĂ­, todas las sensaciones que tuve al entrar a ese hotel.

De esos lugares donde el silencio solo nos habla de paz.

Esa hora apenas pasada del mediodĂ­a, donde la luz lo inunda todo a travĂŠs de un comedor completamente vidriado.

Una puerta enorme al final del pasillo dando a una terraza, con baldosas marrones y columnas blanco estilo colonial.


Una seĂąora de lo mĂĄs buena y linda se acerca a hacernos el check in.

Todo en este lugar tiene una energĂ­a increĂ­ble.

Fuerte e intensa, pero a la vez pacĂ­fica y calma.

Hay imĂĄgenes de la Difunta en cada rincĂłn de este espacio.

El mayor de sus lujos, es sin lugar a dudes toda su sencillez.

Dejamos rĂĄpido las cosas en la habitaciĂłn y bajamos caminando a la calle principal, que da a las escaleras del santuario.

No hay mucha gente circulando.

QuizĂĄs se deba a que es lunes.

Almorzamos.

Y cuando salimos parece quĂŠ hay menos gente de la que estaba antes.

Muchos puestos empiezan a cerrar.

Parece que se acerca el viento sonda.

RĂĄfagas de aire caliente vienen y van, volando varias cosas a su paso.

Son instantes cortos, pero fuertes.

El polvo por momentos parece que lo tapa todo. Decidimos que vamos a subir igual.

Mientras subo esas escaleras, el viento caliente hace mover a todas esas cintas rojas que estĂĄn atadas en el techo.

Patentes. Flores de plĂĄstico de todos los colores.

Atrapa sueĂąos hechos a crochet.

Casitas de todos los tamaĂąos a los costados, con placas de agradecimiento.

Nombres de centenares personas.

Apellidos de millones de familias.

Direcciones de los lugares mĂĄs recĂłnditos del paĂ­s.


Seguimos subiendo.

La energĂ­a ya se vuelve tan densa que no hay manera de que pase inadvertida.

El olor a cera de las velas que se encuentran encendidas a la derecha, lo invade todo.

A la izquierda abajo, miles de botellas de agua, donde obviamente dejamos tambiĂŠn la nuestra.

De frente, la entrada al santuario.


La imagen de la difunta apenas entras, te llena de amor.

No puedo evitar tocarla, besarla, agradecerle incluso llorar.

No se bien que me pasa, pero este lugar me emociona mucho.

Infinidad de fotos a su alrededor. Cartas. Rosarios. Flores frescas.

En las paredes lo que te imagines.

ImĂĄgenes, regalos, todo absolutamente todo, buscando su propio espacio y recoveco para poder estar ahĂ­. Bajo su manto y protecciĂłn.



Tres cosas atraen absolutamente toda mi atenciĂłn.


- La primera, una difuntita hecha de madera y pintada muy prolijamente.

Una leyenda abajo que dice asĂ­:


“PARA LA DIFUNTA CORREA, DE UNA ARTESANA QUE SE CONVIRTIÓ EN ABOGADA”


- La segunda, una imagen de una ecografĂ­a.

Una pareja agradece por el milagro concebido de un hijx que estĂĄ por nacer y al que evidentemente les costĂł mucho concebir.


- La tercera, la foto de un nene que no debe tener mĂĄs de 3 aĂąitos y sus padres le agradecen a la Difunta, el milagro de haberle salvado la vida de una enfermedad.

Hace mĂĄs de 15 minutos que sigo ahĂ­ adentro.

No puedo parar de llorar.

En estos momentos me siento tan ingrata.

Lugares como estos siento que nos recuerdan los mundos, las historias y las personas que ignoramos, mientras estamos sumergidos en lo que creemos son nuestros “problemas”, cuando en realidad siempre son cosas y momentos que a la larga o a la corta, sabemos que tienen solución.

Pero, ÂżquĂŠ pasa cuando eso no es asĂ­?

ÂżQuĂŠ pasa cuando lo que nos atraviesa, parece no tener soluciĂłn alguna?

ÂżQuĂŠ pasa cuando el entorno que te rodea y las condiciones econĂłmicas, sociales y culturales que nos atraviesan no son propicias o no pueden darnos las herramientas que necesitamos para eso que queremos alcanzar?

ÂżQuĂŠ pasa cuando la medicina se queda sin respuesta y opciones?

ÂżQuĂŠ pasa cuando lo que estĂĄ en juego es la vida de otro ser al que amas y no podĂŠs hacer nada para salvarlo, si quiera ayudarlo?

ÂżQuĂŠ pasa cuando todo aquello que te costĂł aĂąos de vida y sacrificio lo perdes absolutamente todo en un instante?

ÂżQuĂŠ pasa cuando despuĂŠs de tanto achaque realmente, parece que ya no hay opciĂłn humanamente posible, para poder salir de la mierda en la que estas?


QuizĂĄs cuando creemos que ya nos queda nada, una parte de nosotrxs y de nuestro espĂ­ritu, sabe que aĂşn queda una Ăşltima lucecita encendida.

Una que se encuentra adentro nuestro y que quizĂĄs sea la ultima gota de esperanza que nos quede para poder salir de tanto sufrimiento y oscuridad

QuizĂĄs ahĂ­ es cuando realmente lo Ăşnico que nos queda, es aferrarnos a Dios.

QuizĂĄs ahĂ­, cuando todo parece acabarse, nos queda una Ăşltima RESERVA.

Y ese lleva el nombre de FÉ.

QuizĂĄs ahĂ­, en ese instante donde estamos a punto de derrumbarnos y sentir que vamos a caer al abismo, poder aferrarnos a la creencia de que alguien, algo, una energĂ­a, un Ser Divino, desde alguna dimensiĂłn del cosmos al que no tenemos acceso desde fĂ­sico, pero si desde lo espiritual, estĂĄ escuchando nuestras plegarias. Secando con paĂąuelos invisibles nuestras lĂĄgrimas y moviendo todas las fuerzas necesarias para que aquello que anhelamos con alma se cumpla, sea lo que nos salve.


QuizĂĄs ahĂ­, los milagros ocurran.

La magia se manifieste. ✨

La vida adquiera un nuevo sentido.

Y nuestros cuerpos, y nuestras almas vuelan a encontrar eso que llamamos paz. 🕊️

La misma que encontrĂŠ, el dĂ­a que entendĂ­ porque tenĂ­a que pasar por Vallecito.

Un desierto de paz.




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