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“…Usa el amor como un puente…”(*)

Actualizado: 30 jun 2021


Subí a su auto con la tonta ilusión de poder arreglar algo de lo nuestro.

Baje, con la cruda certeza de que ya no había ALGO y de que ya tampoco había NUESTRO.


Con el maletín en una mano y mi corazón destrozado en la otra, cerré la puerta sin querer mirar atrás. No podía ni mirarlo.


Acelere el paso hasta la esquina, para poder doblar y cuando él ya no pudo verme, me desplome en la ventana baja de una casa vieja que, al día de hoy, nunca más pude volver a encontrar.


No sabía que hacer.

Todo había terminado y yo lo sabía hace tiempo, pero no quería verlo.


No quería ver que en ese espacio tan reducido donde se habían gestado los momentos más lindos de nosotros, me había quedado amando sola.

Y el espacio que de tanto AMOR nos quedaba chico, ahora hasta me parecía inmenso.


Junté fuerzas de donde pude y lo primero y único que pude hacer en esos instantes, fue llamarla a ELLA.


No se si llegaba a entender algo de lo que le decía entre el llanto y el ahogo de estar sumergida en todo ese mar de lágrimas. Solo se que, a los quince minutos, estábamos sentadas en nuestro café favorito y fueron sus dulces palabras, la ternura de su mirada y el calor de sus manos tocando las mías, las que me salvaron.


Ella estaba ahí.

A la primera llamada, reponiendo parte de todo el AMOR que él se había llevado consigo.

Amor que ya no le servía. No lo quería. Ni siquiera le importaba.


Todo lo que sucedió después, fue mi propia salvación.


Pero ella siguió estando ahí.

A veces en balsa, otras para alcanzarme un chaleco salvavidas. Otras, me daba espacio, podía verla mirándome desde la orilla.


Hasta que un día lo logre. Y salí. Salí de ese mar de tristeza en el que él me había dejado y yo por no querer ver que nuestro barco se estaba hundiendo, me quede en el mismísimo Titanic, pero siendo Jack. Me quede siendo el que muere congelado.


¿Qué te costaba compartir ese cacho de madera para que nos salvemos los dos?


Si todos sabemos que ahí cabían ambos, ¿porque me quede siendo yo, la que casi mas no sobrevive al naufragio?


Pero Dios fue bueno y me la mando a ella.

Y ella no dejo que me congele. No dejo que me hunda. No dejo que me ahogue. No dejo que me rinda. No dejo que me pudra.


Ella fue mi puente.

Ella, con sus brazos fue el cimiento de ese nexo entre una punta y la otra.

Ella con su amor, fue ese suelo firme que finalmente pude pisar para llegar a la costa sin que otra vez ese mar oscuro, profundo, revoltoso y doloroso me chupara para sus adentros, ahogándome por no dejarme respirar.

Pasaron años.

Sane.

Me salvé y hasta volví a nadar ya sin tenerle miedo al mar.


Pero el paso del tiempo, también me ayudo a comprender que el AMOR a veces puede ser muy travieso y le gusta jugar a las escondidas con nosotrxs.

Uno cree que lo pierde con el que se fue, pero en realidad el “PIEDRA LIBRE”, lo cantas con el que se quedó.



Cuando miro para atrás y veo esta parte de mi historia, como tantas otras la veo a ella. La veo a Ceci.

Amiga y hermana de la vida,

Gracias por hacer de tu amor, ese puente que cruzo desde las orillas en las que tantas veces me pierdo, hasta aquellas… en las que me vuelvo a encontrar.

Y gracias porque mientras cruzo ese amor, puedo verte que vos siempre estas, en la otra punta, cruzando los dedos.


Te amo con todo mi corazón,

Pau.


(*) Letra de la canción Puente, de Gustavo Cerati

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