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Foto del escritorPaula Farias

Te llevo conmigo...

Actualizado: 18 sept 2022

Me importa un bledo lo que este mundo ignorante del AMOR diga.

Me chupa un ovario cuánto hablen del TIEMPO, si solo lo consideran el mero paso de los días.

Me chupa la mitad del otro, cuánto crean, piensen o digan.

Si elijo quedarme acá sufriendo, eso solo es cosa mía.


Yo jamás podría olvidarte.

Jamás.


Porque ni vos, ni tu recuerdo, tienen que ver con una cuestión de la bendición de la amnesia o el sufrimiento de la memoria.

Porque me guste o no.

Lo elija o no.

Lo quiera o no, aún en lo más pequeño e insignificante yo te llevo conmigo.

Te llevo conmigo en cada una de las notas musicales de la canción más cursi que me dedicaste; y como con una guitarra de cuerdas desafinadas, recuerdo que me la cantaste.


Te llevo conmigo en el perfume de esa bufanda roja que olvidaste, y con la que más de una vez, mientras temblaba de frío, me envolviste y me abrigaste.


Te llevo conmigo cada vez que abro la puerta con ese llavero de chapita azul, que con una latita de pepsi fabricaste, entraste a mi casa y después me regalaste.


Te llevo conmigo en esa foto que cuando no estaba viendo me sacaste. Esa que luego, con la dedicatoria más corta y tierna del mundo publicaste.


Te llevo conmigo en esa servilleta de bar que escribiste a las apuradas. La misma que dejaste escondida en mi cuaderno de apuntes. Aquella que encontré ese mismo día, sin que si quiera me preguntes.


Te llevo conmigo en el recuerdo de esos lugares a los que jamás volví, y en el de aquellos, a los que vuelvo a menudo cuando extrañarte se vuelve una molestia insoportable


Te llevo conmigo cada vez que elijo ese plato de pastas que probamos juntos. Con poca sal y mucha crema. Con banda de pan y escabeche de berenjenas.


Te llevo conmigo cada mañana de domingo que reuno fuerzas para levantarme de la cama a ver el amanecer. Con un té con leche en mano, dos tostadas, mientras me siento en el piso, repleta de almohadas.


Te llevo conmigo cada vez que alguien pronuncia tu nombre, miro al cielo y sin querer me rio.


Te llevo conmigo cada vez que desde lo alto de la montaña veo volar un cóndor. El viento me cuenta un cuento y el bosque me regala un momento.


Te llevo conmigo cada vez que veo a dos locos subidos a una misma bicicleta. Ingenuos creyendo que van a darle la vuelta al mundo, en dos ruedas, en un solo segundo.


Te llevo conmigo en alguna parte del alma que sólo yo conozco. Un rincón secreto y bendito, en donde elijo esconderme cuando esta ciudad se vuelve inmensa y oscura. Allí donde pensarte se vuelve mi guarida cálida y segura.

Allí donde me siento protegida, abrazada y pura.

Porque aunque vos ya no estés, yo siento tu abrigo y aún en tu ausencia, yo te llevo conmigo...





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