5,48 am baje a la sala de estar. Él ya estaba ahí.
Me pregunto si estaba lista y al momento en el que me subí a la camioneta supe en mi interior que todo estaría todo bien.
Fuimos a una casa, allí nos esperaban un hombre australiano de 44 años y su hijo de 22.
Si tuviera que resumirlo, diría que fue una de las mejores excursiones de mi vida y uno de los días más divertidos y mágicos que viví en todo mi viaje por Australia, al momento, con gente completamente desconocida.
Subieron la camioneta 4 x 4 al ferry y desde el barco pude ver uno de los amaneceres mas lindos del mundo.
Como una película de Parque Jurásico, la niebla jugaba a hacer una especie de cortina con la línea del horizonte en el mar. La isla no podía verse, incluso en un momento quedamos tapados por una especie de nube misteriosa. Una vez atravesada la nube de niebla, un sol hiper brillante nos esperaba del otro lado, encegueciéndonos a todos.
Ya en la isla, atravesamos bosques y palmares. Eran menos de las 8 am, y ver todo ese brillo entre árboles, iluminando ese lugar me llevó a pensar en lo mucho que me hubiera arrepentido si no hubiera confiado y accedido a ir con ellos.
Vi uno de los bancos de arena mas grande del mundo; vi ballenas a menos de 2 metros en el Océano Pacifico y dingos caminando como perros en el patio de su casa.
Me sumergí en las olas gigantes de una de las playas más paradisiacas del planeta y disfruté de nadar en esas piletas de agua de mar producto de la misma erosión de la naturaleza.
Vi peces y tiburones.
Subí una montaña para ver un acantilado de agua turquesa.
Camine por un rio helado de arena blanca y agua cristalina.
Vi un barco naufragado desde 1930.
Fui a un lago que me recordó a mi hermoso Bariloche
Volví contemplando un atardecer en barco, agradeciendo haber aceptado la propuesta de un extraño.
Me alegro al final del día saber que los prejuicios y mi mente, no le ganaron a mi intuición.
Porque de otra manera, diciendo "NO" me hubiese perdido de una de las mejores aventuras que viví en este país y en ese real paraíso en la Tierra, como es Fraser Island.
Fui la única mujer, con tres hombres de generaciones diferentes y en ningún momento me sentí incomoda.
Me alegro volver a creer que hay gente buena en el mundo, dispuesta a ayudarte y que, así como yo disfrute de todo lo vivido ese día, ellos disfrutaron de mi presencia, simplemente siendo YO. No tenía porque fingir ser otra persona, porque podía ser gente que incluso no la viera nunca mas en la vida.
Me alegro haber compartido ese día con gente que vivía en el país por el que venía viajando hacía más de un mes ya que hasta el momento, mi viaje solo había sido compartido con otros viajeros del mundo y poco y nada con gente local
Para finalizar la historia, les cuento que me invitaron a cenar con ellos en su casa y que al otro día me presentaron a mucha mas gente de su grupo de amigos, entre los que debo destacar la presencia de una hermosa cubana, con la que terminamos bailando reggaetón un domingo por la tarde, así como la de un niño de menos de tres años que amaba como pronunciaba Mickey Mouse. Tomamos un taxi, que mas bien era una combi para poder emborracharnos responsablemente y termine comiendo en su bar favorito, como una más de un grupo de gente bien local.
Me vi a mí misma y ni yo podía creer todo lo que estaba viviendo. Hoy que el MUNDO se convirtió en mi casa, todos esos EXTRAÑOS por un ratito en mis amigos.
Se que muchas veces los contextos sociales, así como situaciones de inseguridad que vemos a diario en los medios, nos hacen ser personas que desconfiamos hasta incluso de los buenos gestos.
Creo que todos internamente tenemos herramientas poderosísimas que todo el tiempo nos están hablando. Esas que nos hacen sentir cuando un lugar está bien energéticamente y cuando no lo está; o cuando se percibe algo extraño en el ambiente; o cuando alguien nos inspira confianza y/o cuando no lo hace; cuando algo bueno o malo va a pasarnos. Todos sentimos esas vibraciones en nuestro interior que no necesitan palabras para hablarnos. Porque precisamente: SE SIENTEN
Lo que ocurre es que muchas veces vivimos tan en piloto automático que no nos damos ni el tiempo, ni el espacio para escucharnos.
Cuando salís al mundo solo (a viajar en mi caso, pero creo que esto aplica desde el momento en el que nos independizamos de nuestros viejos), no te queda otra opción que confiar en los demás y sobre todo escucharte a vos.
Si vivimos en un mundo, donde parece que confiamos menos en el afuera, quizás es porque interiormente tampoco estamos confiando tanto en nosotros mismos.
En mi caso, todo era positivo, yo sentía que todo era bueno, pero por un momento mi mente y sus miedos hablaron un poco más fuerte y deje de escuchar lo que realmente sentía. Dude. Dude de mí y eso me llevo a dudar del resto.
Solo cuando volví a recuperar la confianza en mi misma, pude ahí confiar también en los demás.
No creo que haya formulas mágicas. Creo que hay gente buena y también gente que no lo es tanto, pero me niego a creer en un mundo donde solo la gente es mala, viene a dañarnos y peor aún, tomemos eso como lo natural, porque no lo es.
Debemos ser cuidadosos, pero también creo debemos confiar más. Que, si bien todos somos diferentes, nadie nació MALO. Nacimos y quizás las situaciones y experiencias de la vida nos llevaron a volvernos más rebuscados y complejos. Pero lo natural, lo natural es lo simple, es lo bueno. Que estemos dañados emocionalmente, eso es otra cosa.
¿Quién puede negar que no se va más feliz a su cama ese día en el que ayudo a otro? Y no hablo solo de los amigos, hablo de la gente que podemos ayudar en nuestros lugares de trabajo o simplemente en darle una mano a un ciego o a un abuelo para cruzar la calle.
Todos somos mas felices ayudando al resto, porque en el fondo todos buscamos ser mejores personas.
El lunes deje Hervey Bay, agradeciendo haber recuperado a esa niña que volvía a creer en la bondad del mundo, pero convertida en una mujer adulta con muchas más herramientas que hoy me llevaban a confiar mucho más en mí misma, en la magia del Universo y porque no también en los EXTRAÑOS que, al fin de cuentas, esa mágica Australia me tiene destinada a encontrar.