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Foto del escritorPaüli Farias ♡

Bariloche

Actualizado: 30 jun 2021

Bariloche, 22 de Abril de 2019

Hoy se cumplen cinco años de mi llegada a este lugar.

De todos los rincones de mundo que he conocido, visitado, vivido y transitado. De todos aquellos sobre los que he escrito, personalmente, este es mi favorito y el mas especial.

Todavía tengo en mi cabeza, la foto que saque desde el avión ese día. Un colchón de nubes se posaba por encima de esas montañas gigantes con todos esos picos ya nevados. Comienzo a recordar y viene a mi mente, mi propia imagen, como vista en perspectiva, luchando con una valija gigante y otros dos bolsos molestos al llegar al mismo aeropuerto que hoy estoy dejando en busca de una nueva aventura.

Al llegar a la terminal, tome un micro a Bolsón, donde me esperaba una parte de mi familia sureña. En mi retina, se encuentra intacta esa pintura de todo el paisaje otoñal de ese camino, la música en mis oídos y la danza de mi corazón.

A partir de ese 22 de abril de 2014, vivo en este lugar. Reconozco que durante todo este tiempo, hubo momentos donde me fui de viaje a otros sitios, creyendo que iba a encontrar mi lugar en el mundo en otro lado, siempre por alguna u otra razón siempre termine volviendo aquí.

Los recuerdos vienen y van, como todas esas moscas de polen en plena primavera. Todo paso tan rápido. Todo fue tan intenso. Parece que fue ayer, y sin embargo fueron cinco años. Si hoy tuviera que elegir una palabra para describir todo este tiempo en estas tierras, elegiría sin lugar a dudas la palabra TRANSFORMACIÓN.

Nada paso desapercibido. Ni mi presencia en este lugar, ni la presencia de este lugar en mi. No hay manera de volver o irme de la misma manera en la que vine. La intensidad de todo lo vivido en esta media década, en estos 60 meses o en estos 1825 días aquí me hicieron ser una persona distinta a la que llegó. Sin embargo, creo que me voy más YO que nunca.

Nunca me sentí más conectada con mi ser interior y con mi esencia, que en este rincón del mundo. Como si este lugar, me hubiera hecho volver a mis más profundos adentros, a mis submundos interiores y me llevara a la propia raíz de mi verdadero ser.

Llegué de Buenos Aires, desesperada de cambio, con necesidad de nuevas energías, en busca de aire fresco, de lugares nuevos, de experiencias diferentes y lo que encontré fue eso y más.

No es sencillo en palabras describir la experiencia de vivir en un lugar así.

Mas allá de la hermosura de su paisaje, muchas veces puede resultar un lugar hostil para quien no se encuentra del todo listo a vivir en él. El frio todos los días implica llevar campera, siempre mucho abrigo, calzados cerrados, todo sin importar que época del año sea.

La naturaleza misma se vuelve un condicionante para este lugar, muchas veces. Nevadas intensas que más allá de colchones de nieve en los que se puede jugar y volver a ser chicos, al llegar la noche congelan los suelos, volviendo todo una gigante pista de patinaje.

Volcanes que erupcionan en el país vecino y pueden llegar a volver todo el aire de color gris y el escenario una película de ciencia ficción. Lluvias tan intensas que terminan en aludes o sequias que pueden terminar en grandes incendios de bosques nativos, en caso de que alguno se descuide con un fueguito.

El clima tan frío implica quedarse adentro de casa, la mayor parte del tiempo. Abril y mayo, son los peores meses para permanecer en este lugar si uno no está muy animado o está bajo de energía, porque todo eso, implica encerrarse, estar para adentro y llegar a nuestros lados más oscuros. Los que no están preparados, se terminan yendo. Quizás en algún otro momento se darán otra oportunidad. Pero lo cierto, es que quien supera todo ello. Quien sobrevive a la “baja”, puede quedarse para siempre.

Al fin y al cabo, es necesario muchas veces llegar bien al fondo, para ver que hay allí. Ver que duele, ver que esta pesando, ver que trajimos de más, para sacarlo, enterrarlo o quemarlo y quedar mas livianos. Solo en la oscuridad podremos apreciar el brillo de la luz.

Todo este tiempo acá, fue un proceso de mucho trabajo interno, que se lució sobre todo lo externo que apareció en este lugar para mí.

Y es gracias a toda esa transformación que siento que hoy, luego de cinco años, que hoy me voy SANA, mucho más MADURA y mucho más feliz.

Como quien siente que ENAMORADO, encuentra la mejor versión de sí mismo, yo me enamore de la Patagonia y con ella de mi país.

Esas imponentes montañas que todo lo rodean, me han hecho sentir tan protegida en todo este tiempo, que no hubo lugar para muchos miedos estando aquí.

Me enamore de esos árboles que conforman bosques frescos y puros. Según los que saben, caminar por ellos nos hace reforzar nuestro sistema inmune.

Me enamore del agua en todas sus formas. Desde aquella de color azul profundo a lo largo de una ruta de siete gigantes lagos hasta aquella qué con toda la fuerza de la naturaleza, empuja en cascadas de piedras inmensas.

Este lugar se volvió mi casa y hoy, que toca partir, siento lo mucho que voy a extrañar este pedacito de mundo, tan especial.

Siento que me voy PURA, como quien siente que luego de un retiro largo y silencioso, limpió cada espacio de su cuerpo y hoy solo hay lugar para el AMOR, y más AMOR.

Me voy AGRADECIDA, porque no solo yo lo elegí, también el lugar me eligió a mí, y todo lo que ambos nos dimos fue reciproco.

Agradezco hoy, esa energía que todo lo envuelve. Ese silencio que tanto nos ayuda a escuchar nuestro corazón.

Hoy me voy FELIZ. Mas viva que nunca. Con una sonrisa en la cara y lágrimas de emoción en los ojos.

Porque un día tuve un sueño. Salí de casa y me aventuré a estas tierras lejanas y australes. Las mismas que al llegar, me recibieron, me abrazaron, me curaron y hoy, habiendo caminado tanto, llorado, reído, amado, sacado, gritado, soltado, me dejan ir en paz, deseándome buen viaje, deseándome una buena vida.

Dicen que su nombre viene de “Vuriloche”, una palabra de origen mapuche que significa “gente del otro lado de la montaña”.

Me alegra mucho, al menos una parte de mi vida, haber formado parte de toda esa gente.

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