Era febrero del 2013 cuando mi amigo y compañero de trabajo “el mono T” nos presentó.
Nunca había conocido a nadie de Colombia. Amé su color de piel desde el primer momento que la vi. Contextura pequeña, con una bandana en la cabeza, pero que dejaba ver ese pelito mota que estaba debajo, fue la primera vez que hablé con Doralis. A partir de allí iniciamos una amistad que al día de hoy es una de las mejores de mi vida. Pasaron ya cuatro años de ese primer día que personas de dos culturas tan distintas nos chocamos y mirando para atrás, al ver la intensidad de todo lo vivido, compruebo que lo nuestro no era ninguna “casualidad”. Las almas destinadas a encontrarse no conocen de fronteras geográficas.
Doralis en ese entonces llegaba a Argentina y a la misma empresa donde yo trabajaba, para realizar un trabajo de no más de tres meses.
Acá va su historia.
Nacida el 24 de octubre del 1988 en Medellín Colombia, pasó gran parte de su infancia y adolescencia entre su ciudad natal y un pueblo llamado San Pedro de Urabá.
“Ya en mi adolescencia soñaba con viajar por toda Sudamérica. Solo había un país al que no quería ir jamás, el país que más detestaba de todos: Argentina”.
Terminados sus estudios y como toda exploradora, se fue a la capital de Colombia. Bogotá.
“Siempre comenzar en un lugar nuevo es difícil, pero yo tenía algo a favor. No estaba sola. Estaba con mi hermana y su familia.
Comencé a trabajar en médicos sin fronteras. Mi mente se llenó de nuevas expectativas por salir, conocer y aprender más de lo que había afuera de mi país en la forma laboral. Si bien trabajaba de administrativa en dicha organización y no me moví de Bogotá, comenzaba a despertarse en mí la curiosidad de lo desconocido, con solo 20 años”.
El proyecto terminó y quedó sin trabajo por varios meses.
“Un día, mi hermana me dijo que una amiga de ella necesitaba alguien para hacer varios oficios en una empresa de informática. No sabía absolutamente nada de computadoras pero acepté igual.Creo que ahí comenzó mi travesía.
Marisol, mi jefa, me dió la posibilidad de estudiar y trabajar, para poder así llegar a ser TÉCNICA”.
Esta experiencia fue espectacular para Doralis, quien una vez preparada en el oficio, recibió su primera propuesta para comenzar a “TRAVIAJAR”
“Me dijo que había una oportunidad para ir a trabajar a Perú; me preguntó si me gustaría ir. Sin pensarlo dos veces, acepté.
Lo cierto es que los meses pasaban y yo, no viajaba. En un momento creí que ya no era verdad. Ya estábamos en época de las fiestas, yo estaba preparado todo para mis vacaciones y me avisan que ya no voy a Perú. Había un cambio de destino. Chile”.
“Año 2012, era la primera vez que me subía a un avión; la primera vez que salía de mi país y la realidad me enfrentaba a otras costumbres. Estaba muy asustada.
Esa experiencia en Chile para mí fue realmente increíble".
La experiencia de este viaje laboral a Chile, la ayudó a Doralis a vencer todos aquellos temores que tenía al viajar por primera vez, siendo la gente que conoció la que hizo de su viaje el más enriquecedor de todos.
“Me crucé con gente hermosa y muy hospitalaria. Conocí a tres personas que me ayudaron muchísimo en mi nuevo lugar del trabajo. Ellos eran Lucas, Manuel y Tania. Me presentaron a sus familias y sus hermosas vidas. Fue fácil para mí pasar ese mes en ese bello país y poder conocer un poco sus costumbres. Ese mes en Chile, me hizo crecer y tener más ganas de salir a conocer más cosas nuevas”.
“Volví a Colombia a pasar las fiestas con mi familia y una vez de vuelta en Bogotá, me avisan que me iba a Perú para perfeccionarme ya que había muchas posibilidades de volver a Chile, para un cargo importante.
Eso me llenó de alegría. Con Perú se añadía otro país al sueño adolescente de viajar por todo Sudamérica. (Excluyendo Argentina, por supuesto).
Enero 2013, parto rumbo a Perú. Nuevamente las dudas de lo que me iba a encontrar en este nuevo país. Llegué a Lima. Todavía conservo esa imagen en mi mente del camino hacia el trabajo pasando por los mejores barrios al desierto, después venían los barrios marginados y finalmente una hermosa vista al mar”.
Viajando, se despiertan curiosidades en nosotros ya que podemos ver realidades diferentes con el solo hecho de caminar por las calles de una ciudad. El ver cómo vive otra gente, siempre nos lleva a pensar en nuestra propia vida. Lo mismo ocurre con las creencias y los pensamientos que guían nuestro accionar.
“Una de las cosas que me causaba más curiosidad, era ver el machismo que había en esa ciudad. Fue ahí donde se despertó en mí, el chip del feminismo. Quizás por ese motivo, no hice mucha conexión con las personas de ese lugar. Para ellos, yo era muy revolucionaria por mi manera de pensar.
El trabajar en Perú fue una experiencia distinta, respecto a lo vivido hasta el momento. Tuve que tratar con muchas más personas. Adaptarme a una cultura tan distinta, me enseñó a aumentar mi tolerancia y mi respeto hacia los demás, pero también a fortalecer aquellos ideales que ,sea el país que fuera, iban a seguir primando mi accionar y mi manera de ver la vida”.
La gran frase popular “Nunca escupas para arriba, porque te puede caer en la cara”, nunca mejor dicha para esta parte de la historia.
“Casi terminando el mes de trabajo en Perú, me dan la peor de las noticias. Había un próximo destino para ir a trabajar, pero no era Chile. Era Argentina.
Recuerdo que no podía creerlo. Mis prejuicios estaban basados en lo que la televisión colombiana nos mostraba. La gente de Argentina era considerada racista, agrandada. El ataque de angustia era inmenso. ¿Qué haría yo en ese lugar? ¿Cómo me iba a tratar esa gente? Cómo iría a sobrevivir? Se me pasaban mil cosas por la cabeza y no quedaba más que enfrentar lo que viniera”.
El 5 de febrero de 2013, Doralis llegó a Argentina. Desde ese entonces, no se fue más.
“Ya en el aeropuerto esperando mi vuelo rumbo a Buenos Aires, aconteció algo que me dio una buena señal, una especie de buen augurio. No todo era tan malo. Una argentina se me sienta al lado en el área de embarque y me pregunta hacia dónde viajaba. Le conté que viajaba a su país y ella comienza a hablarme acerca de la Avenida más ancha del mundo, el Obelisco y me enseña cómo es el dinero allá. Recuerdo que fue muy amable. Antes de irse me regaló una moneda de 1 peso y me dijo que debía conservarla para la buena suerte. Me dio su número de teléfono para que la contactara cuando quisiera. Ya sin haber llegado, había conocido a una gran embajadora de ese país, y sí, no era todo tan malo”.
“No sé aún cómo tuve la valentía de ponerle cara a este nuevo reto. Estaba completamente sola y llena de miedos en este nuevo lugar.
Me encontré con mi jefe en Buenos Aires, quien en días más se volvía a Colombia. Antes de irse me llevó a lo que sería mi nuevo lugar de trabajo. Era un depósito inmenso. Un lugar muy deprimente para ser sincera. Pasillos de inmensas estanterías, con mercadería de todo tipo. Un lugar sin ventanas, lleno de gente de todas las edades”.
Ese lugar no era la mejor impresión que un extranjero puede llevarse de un país como Argentina, pero terminó resultando el mejor lugar del mundo por la gente que pudo encontrar allí.
“Pude encontrar personas de diferentes clases sociales, pero de una calidad humana inigualable. Lo cierto es que me cerraron la boca acerca de lo que pensaba de Argentina y su gente. Pude conocer a dos personas que se convirtieron en mis ángeles de la guarda. Me mostraron cada rincón de Buenos Aires, sus comidas , sus costumbres y nuevamente me volvieron a abrir las puertas de su casa y conocer a su familia. Estas personas hoy son mis hermanas de corazón. Gracias a ellas y a cada persona que conocí en ese trabajo, hoy siento que tengo un segundo hogar.
Mi pensamiento acerca de lo que es Argentina, cambió muchísimo. Llevo viviendo ya 5 años. Tuve la suerte de conocer la costa atlántica, disfrutar los carnavales de Gualeguaychú e irme de vacaciones en invierno y en verano a la Patagonia Argentina. Cada nuevo lugar que conozco, me hacen enamorar cada vez más de este sitio maravilloso.
Mis ideologías acerca del movimiento feminista comenzaron a tomar verdadera forma. Comencé a interiorizarme con aquellas agrupaciones que defendían los derechos de las mujeres en sociedades machistas, pero por sobre todo, a establecer igualdad de condiciones para todos los seres humanos, sin importar su género. Encontrar en Argentina y sobre todo en Buenos Aires un país donde la gente sale a las calles, reclama, lucha por lo que considera válido, fue encontrar el lugar indicado para expresar todo aquello que creí a lo largo de toda mi vida.
En el 2015, nuevamente por trabajo tuve que irme dos meses a Brasil. Esta vez, un nuevo idioma, era el verdadero reto que me daba la vida. Fueron dos meses de trabajo intenso, pero también de conocer gente maravillosa, amable y muy cariñosa. Con su dedicación me enseñaron cada lugar que pudieron y me hacían sentir como en casa. Fue en Brasil donde me di cuenta, que extrañaba mi nuevo hogar. Extrañaba Argentina”.
Cuando le pregunto a Doralis con respecto a los viajes y la contribución que hicieron en su vida, ella me responde:
“No sé cómo explicar el cambio y el aprendizaje que te da el conocer otros lugares y otras personas, pero lo puedo describir de esta manera:
Te sientes más seguro y capaz de enfrentar el mundo cuando te conoces y aprendes a convivir con todos a tu alrededor.
No podemos juzgar lo que no conocemos. Viajar ayuda a eso: a abrirse, a romper con los prejuicios que uno trae. Solo si abrimos el corazón podemos dejar que la vida nos sorprenda, incluso en aquellos lugares que quisimos en algún momento, borrar del mapa.
Todos los días de mi vida extraño a mi amada Colombia, con sus colores, olores y sabores. Pero siento que Argentina es mi nuevo hogar. Sigo trabajando y construyéndome como persona cada día. Mantengo mis ganas intactas de seguir viajando, pero hoy cuento con una herramienta importantísima, que es la claridad de saber cuál es mi lugar en el mundo. El rinconcito de mundo que hoy yo elijo para mí”.